La poesía
ahora
queda mucho mejor
susurrada en su oído,
entre risas y todo eso
tan nuestro
que nunca usaría como navaja
que arrojar a otros ojos.
La poesía
ahora
es él
y sus manos
y su boca
y nunca lo mancillaría
de una forma tan burda;
suelo hallarme
egoísta
al saber que lo tengo para mí
y para nadie más
pero lo cierto es
que no tengo
ni he tenido nunca
intenciones de cambiar tal defecto.
No voy a compartirlo a él,
a nuestra poesía.
Silencio
mientras nuestro corazón
se retuerza frenético y desbocado
a un mismo son.
Silencio,
puedo resumirlo
con brevedad:
mírame a los ojos.
Vivo.